1. Los problemas son fruto de la resistencia general a una nueva cultura (civilización diríamos), que debemos “construir” para resolver las graves y urgentes patologías ecológicas de nuestro entorno. La resistencia no solo planteada directamente desde las estructuras económicas privadas o públicas, sino indirectamente (pero también económicamente interesadas) desde operadores culturales, sociales, políticos, etc que ven cuestionadas sus posiciones e intereses, y presentan una resistencia numantina y de graves consecuencias a la transformación moral de nuestro entorno social y medioambiental.
2. Cualquier reflexión sobre la adecuación del entorno urbano al natural mejora, obviamente, el índice de “sostenibilidad” de vivienda y ciudad. Sin embargo se trata de una real transformación de los valores éticos y de los comportamientos que se refieren a la acción (la que sea) sobre el medio.
Tenemos a nuestra disposición una tecnología desarrollada o en vías de desarrollo con la que progresar en una historia que recupere el equilibrio medioambiental local pero sobre todo planetario en un orden solidario.
Dentro de ello, los índices de sostenibilidad de vivienda y ciudad de las sociedades privilegiadas es un asunto de importancia pero particular.
3. Todas las líneas y conductas que hacen ciudades más sostenibles y naturaleza en armonía con ellas, pasan por reivindicar la ecología como una moral, una ideología que lo informa todo: la vida social, la Política, El Pensamiento, La Cultura, etc.
La propia acción sobre el medio debe ser considerada no como opinión indeseable, sino valientemente perdurada como parte de un sistema holístico en el que el progreso de la humanidad (que no necesariamente significa desarrollo) sea el objetivo esencial