El departamento de Proyectos de la ETSAM es de unas dimensiones, y está sometido a un sistema legal de gestión que dificulta la necesaria flexibilidad y capacidad operativa para, en primer lugar, establecer vínculos de racionalidad con otros departamentos de la Escuela. En primer lugar, y de modo inexcusable con los que coinciden componentes pedagógicos afines de intervención directa sobre el entorno humano a través de la acción proyectual como son Urbanismo e Ideación Gráfica. Los programas y los ámbitos de trabajo deberían ser ampliamente coincidentes y, ¿por qué no?, los profesores colaboradores activos. Sin embargo, como es sabido, la relación no sólo interdepartamental, sino incluso entre las mismas unidades docentes del departamento, es inexistente, con la realidad de nula comunicación entre diferentes o mismos niveles. Nunca esta Escuela ha mostrado un panorama pedagógico más desalentador desde la perspectiva de una docencia integrada (que no uniforme) al menos técnica y operativamente.
Desafortunadamente el alumno no tiene perspectiva sobre la realidad y su evidente deterioro, corresponde a los que somos testigos de la dilatada historia de la ETSAM, como profesores valorar la situación.
Es cierto que la calidad de los titulados de las últimas generaciones es muy alta (sobre todo las correspondientes a los planes del 64 y 75), pero ello es debido en gran parte a la oferta abierta de profesorado en una buena parte de las áreas docentes, de modo que el alumnado interesado ha encontrado una vía pedagógica (profesorado y programas) de calidad, merced al alto nivel profesional, que no pedagógico, de una buena parte del profesorado que, de modo meritorio y con gran entusiasmo, ha suplido insuficiencias y contradicciones no sólo de la propia escuela, sino del marco político e institucional.
Sin embargo, también el alumno desmotivado o falto de interés y nivel, ha encontrado del mismo modo la manera de sortear las dificultades inherentes a esta especial titulación, y esta Escuela al mismo tiempo que ha capacitado a la mayor parte de los mejores profesionales del país en los últimos treinta años, también ha titulado a arquitectos bajo mínimos sobre los que, por cierto, se ha concentrado gran parte de la indeseable producción de la infraarquitectura de nuestros días.
Hoy día, con el plan 96, no se han corregido los defectos de antaño y, sin embargo, la calidad de los buenos currículum se ha deteriorado. Para los que mantenemos una posición relativa respecto de períodos anteriores, en el presente es flagrante la merma de calidad general del alumnado en su 4º curso, no sólo en su preparación general disciplinar o simplemente cultural, sino en la propia práctica proyectual. Alumnos que provienen del mismo profesorado que los educaba en el plan 75 y que hoy acceden a este nivel escolar en absoluto estado de precariedad universitaria, y en total insuficiencia procesal e instrumental respecto de la acción proyectual. Significa un esfuerzo ingente introducirlos en el gradiente correspondiente a su nivel, al menos en lo que se refiere a la utilización acítica de técnicas y prácticas proyectuales y prácticamente inviable plantear objetivos pedagógicos que atiendan a la formación del alumno en el trabajo creativo y multidisciplinarmente complejo del proyecto arquitectónico.
Alumnos expedidos por una enseñanza secundaria, en la que han sido indoctrinados en procesos lineales de alta eficacia; problema à modo de solución à solución à evaluación, muy difícilmente acceden a métodos de desequilibrado y equilibrado, prueba y error, etc, etc, propios de metodologías que atienden esencialmente a la formación del educando.
La formación de un arquitecto se asienta en la realización de su “constructo” como creador (en otro contexto habría que debatir sobre el alcance del término creatividad y lo que supone desde el umbral de la misma, hasta el paradigma de la invención, especulación, etc.). En el proceso formativo, el protagonista es el alumno, y el profesor (de práctica proyectual esencialmente) es un colaborador y orientador. La actividad esencial del proceso corresponde al alumno, en tanto que el profesor mantiene una posición más pasiva y en absoluto indoctrinaria. Corresponde al alumno administrar la libertad de actuación, la creación de recursos propios, criterios, y reformular si es preciso, los propios parámetros donde se inserta su acción. Un alumno bien formado ha construido un modelo de comportamiento y respuesta más allá de la emulación de las enseñanzas del maestro o incluso de la repetición de las prácticas y técnicas de resolución de problemas del profesor o profesores que tuvo.
Es este el marco pedagógico en el que estamos comprometidos el grupo que suscribe este documento y creemos que es posible adecuando el marco legal del Plan de Estudios reformulando los límites que limitan actualmente la permeabilidad docente entre unidades del departamento y entre departamentos o bien regresando al plan 1975, como otras escuelas de Arquitectura están procediendo.
Este documento ofrece un marco de referencia de posibles alternativas a la situación actual.