El debate sobre la mejor pedagogía para definir el Nuevo Plan de Estudios de la ETSAM se produce en un nivel adecuado y prometedor, quizás por primera vez, para superar las habituales adherencias al “aparato escolar” que han lastrado las reformas pedagógicas en los procesos anteriores.
Mi valoración, por tanto, es muy positiva y hasta esperanzadora.
Las reflexiones, incluso los primeros esquemas propuestos (como el de Darío Gazapo para proyectos) son eficientes y garantiza, repito que en mi opinión, un itinerario acorde con los objetivos y compromisos de un Nuevo Plan de Estudios en el marco de la Directiva.
Debo añadir algún epígrafe sobre los “contenidos” que se están esbozando y de otros aspectos relevantes del “continente” correspondiente.
En primer lugar, discernir lo que para mí significa:
Enseñar: Metodología deductiva por la que se trasmite información. El primer agente es el profesor.
Aprender: Metodología inductiva por la que el estudiante incrementa su conocimiento a partir de prácticas aditivas inducidas de su ejercitación. Los agentes son los profesores y los estudiantes en un trabajo cuantitativamente apoyado en los estudiantes y cualitativamente en los profesores.
Formación: Metodología constructiva. El estudiante arma su “constructo” que le capacita para responder a cualquier problema productivo venga de donde venga. El protagonista es el estudiante; el profesor es un mentor del proceso.
Dentro de este esquema, que obviamente tiene áreas superpuestas, cabría enmarcar, también de un modo quizás algo simplista, entiendo la formación en el territorio productivo del estudiante fundamentado en su prácticas gráfico-proyectual; esta área comprendería las materias del proyecto arquitectónico y urbanístico, pero también de forma muy especial la formación en los instrumentos gráfico-plásticos de modelado del espacio y la forma (ideación gráfica) y, de modo conveniente, experiencias productivas trasdisciplinares con las materias técnicas en talleres compartidos, donde el estudiante experimente la heteronomía disciplinar de la producción arquitectónica en el propio proceso de las decisiones iniciales del proyecto.
El otro área comprenderían las materias que intervienen esencialmente en el proyecto arquitectónico, asistiendo con el conocimiento aportado a éste, con las prácticas que sobre él realiza el estudiante a la formación del mismo y dando el sustrato teórico-crítico preciso para la formación en la capacidad auto evaluadora del educando.
Obviamente en esta visión de superposiciones que reivindico, el área productiva estará dotada de su base teórico-crítica propia, no sólo en los fundamentos desde la disciplina sino las que son propias a las técnicas proyectuales.
El esquema de proyectos presentado por Darío Gazapo garantiza lo dicho. En primer lugar porque cabe sumar a los créditos del Proyecto Arquitectónico los del Proyecto Urbano y los de DA1 y DA2, tal como exponía antes, pero además contempla esa área de producción trasdisciplinar con las materias informativas en talleres conjuntos que concluyen contundentemente en el PFC.
En segundo lugar planteo algunas reflexiones al proceso y a los propios fundamentos del trabajo en curso. Un programa de estudios comprometido con la problemática contemporánea tiene que reivindicar el compromiso con el medio ambiente como un objetivo de la formación de los arquitectos. Yo voy más allá: Creo que debería ser el definidor esencial de la utilidad social del trabajo del arquitecto como mediador holísticamente capaz de intervenir en un proceso de urgente recuperación del medio ambiente; sumando y articulando como interlocutor cultural y técnico (en este trabajo multidisciplinar que supone la construcción en el entorno humano) el esfuerzo, inevitablemente parcial, de los restantes agentes técnicos y sociales. Redactar esta definición esencial que encabece el programa de estudios de la Escuela es tarea de todos los departamentos y muy especialmente de los grupos que desde hace años trabajan en esta problemática heroicamente, dentro y fuera de la Escuela.
Hecho de menos, como en ocasiones anteriores, el olvido de lo que debería ser material formativo esencial, (y mucho más dentro de los objetivos que el Decreto otorga a nuestra titulación), y concretamente el soporte de las ciencias sociales y humanas, Antropología, Sociología, Geografía humana, Ergonomía, etc. para programarlo en el área de las materias que informan la práctica productiva del proyecto arquitectónico y el proyecto urbanístico.
El Plan debería ser flexible en general, pero sobre todo en dos componentes. El primer lugar, por su capacidad de ajustes y modificaciones parciales, proponiendo un periodo de 3 a 5 años después de los primeros egresados para su revisión. En segundo lugar, por incorporar los nuevos modos de ejercer la profesión que hoy en día ya han rebasado el territorio clásico de la Disciplina.
No frustrar la orientación que desde Rectorado, Consejo Académico, etc., se da al diseño de los planes reivindicando el instrumento del Departamento como intercomunicador de la acción pedagógica, el conocimiento científico y el trasvase de la tecnología propia entre los centros interrelacionados.
Finalmente, una programación adecuada de estas áreas debería aprender del pasado estresante, en el que lógica pero irracionalmente siempre ha superpuesto la pedagogía de las áreas de práctica proyectual arquitectónica, urbanística y con las del área de materias que asisten al proyecto, tanto técnicas como teórico-críticas, y que (además de no rentabilizar la pedagogía impartida en una por la otra) estresa la calidad final de los periodos académicos con la coincidencia de entregas, exámenes, etc. Una armoniosa coordinación, desde punto de vista de eficacia pedagógica, debería intensificar en tiempo y conocimientos la docencia, por ejemplo, técnica y teórico-crítica en la primera parte del cuatrimestre, para atenuarla sensiblemente a partir de la mitad del mismo, liberando un cuarto (un mes por ejemplo) del mismo para intensificar la práctica proyectual, que simétricamente se inició de modo atenuado. Ello permitiría aplicar los conocimientos impartidos en el área técnica y teórico-crítica a la intensificación posterior de la proyectual, amén de llevar a cabo en la última parte atenuada de aquella los deseables talleres participados de proyectos, estructura, construcción, instalación, estética, etc., etc. Una optimización final de esta estrategia se obtendría reduciendo al mínimo posible (deseablemente suprimiendo) los tiempos dedicados a exámenes a cambio de una evaluación continuada “on line” para todas las materias y prácticas.
Madrid, febrero de 2009