ANOCHECE EN EL PAÍS DE LAS MIL CAJAS

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(PUBLICADO N LA REVISTA PASAJES DE ARQUITECTURA)

Afortunadamente, expertos y prestigiosos puristas, nacionales e internacionales, están abandonando la retórica cartesiano-minimalista, unos saliendo por el tejado a través de lucernarios hiperdimensionados al efecto, otros danzando como derviches en círculos, todos viajando hacia lugares de mayor fruición espacio-formal que el mundo de los paralelepípedos, mundo donde, solos o en compañía de otros, se contemplan entre sí en versiones suplentes, B, C, D y ……… del Kursal de San Sebastián.

Cierto que este “tránsito” a nuevos horizontes lo hacen acompañándose entre ellos y apoyados por sus agentes comerciales, porque son aguas muy inciertas en las que sobrevivir cuando el cómodo yate ha naufragado y donde ya no cabe la seguridad de la red de seguridad de la disciplina.

Yo me felicito. No sólo por lo que significa de pasado de página estilístico, lo que en algún modo es caminar en la dirección de la historia, sino por lo que significa como ceremonia funeraria del Tanatos; de lo ético, lo moral y el embalsamamiento arquitectónico, ante el triunfo de Eros; lo existencial, lo mágico y también, por qué no, lo perdurable.

Todavía es cierto que hay mercado provinciano y suburbial para aquello, pero aunque cuantitativamente es importante, ya no está en primera línea del desfile arquitectónico. Es en la periferia de la cultura (literal y metafóricamente hablando) donde acaban los pecios de los estilos abandonados.

De la prepotencia del simbolismo, que entiende al ciudadano como consumidor pasivo, frente a lo objetual, que lo entiende como usuario activo. Del desprecio a la inteligencia del usuario, al que se trata como incapaz de gozarse en la sencillez (no-simplismo), del espacio y la forma arquitectónica, y de reflexionar con curiosidad inagotable en el complejo sistema (que no complicado) de la construcción arquitectónica a través del concierto de estructuras, instalaciones, equipamientos, lugares de tránsito dentro-fuera, fuera-dentro, etc.

Me temo que en lugar de construir directamente, pero con sensato y experto oficio, veremos engolar los elementos y procesos constructivos para aplastar prepotentemente, con efectos especiales muchas veces sacados de la “cestería” y otras del almacén de grandes piezas prefabricadas para la obra civil, o lo que quizás es peor, seguir empapelando la arquitectura con tubitos de vidrio, pieles frígidas, maderas de plástico, falsa piedra, etc., por dentro y por fuera, consiguiendo magníficas escenografías editoriales, a costa de un travestismo cultural culpable, y/o cubrir de celosías y mallas como “burkas” el que  (en verdad os digo) es el bello rostro del espacio arquitectónico cuando se resuelve y construye desde dentro a fuera.

La construcción como práctica que entiende que es ése el problema esencial de la arquitectura y no la representación del espacio, mediante el más o menos críptico lenguaje retórico de nuestra disciplina, es un trazado prometedor.

Las ciencias sociales y el medio ambiente que en su apremiante urgencia darán (están dando) un estremecedor golpe en la mesa (de la que por cierto saltarán hasta los paneles solares), poniendo en fuga tanta pedantería, tanta metáfora, tanta incultura, merecen un lugar protagonista en el espacio y tiempo de las decisiones creativas.

El placentero club de campo, donde ya entra el cierzo, se vacía y sólo quedan los socios, anquilosados por la edad, la ceguera y la cobardía, o simplemente adormilados al confortable calor de la chimenea bien alimentada; socios fumando y bebiendo, espero que buen vino, mientras cotillean y murmuran sobre lo que pasa fuera o recuerdan viejos tiempos.

AMANECE EN “LA
TIERRA DE LAS MIL DANZAS”
WILSON PICKET

Andrés Perea Ortega