TEXTOS VARIOS (TEXTOS varios)

La Arquitectura se mueve entre dos parámetros: desde la teoría a la praxis, de la conceptualización y el mundo de las ideas a la realización y el mundo de la materia. También desde los procesos intuitivos o preconscientes a los lógicos o deductivos.

Cuando la forma se anticipa a la técnica. Cuando la técnica se anticipa a la forma. Cando el propósito es materializar un mundo espacio-forma ideal o cuando el propósito es construir culturalmente  un espacio y una forma dados por otros condicionantes. Construir puede ser un lenguaje no sólo sustantivo respecto de los requerimientos técnicos, sino cualificador y razón de ser cultural del trabajo arquitectónico.

Entender la construcción como una servidumbre inexorable del mundo de las ideas o proyectar sólo para el lenguaje son posiciones reduccionistas y limitadas. La ideación argumenta el lenguaje constructivo y éste informa, nuevamente, el mundo de las ideas.

De la misma manera que la Arquitectura oscila entre entender el proyecto como un problema de Representación del Espacio o entenderlo como Problema de Construcción del Espacio, el lenguaje constructivo puede utilizarse de manera directa o retórica. El territorio de la ideación es el “qué” del trabajo creativo, el lenguaje constructivo el “cómo”.

1. ¿Hasta qué punto se puede decir que un edificio puede adaptarse a la colección que lleva dentro? Es decir, si mezcla pintura, escultura y otras artes, las necesidades serán variopintas y difíciles de conciliar, supongo.

Desde el debate teórico-crítico respondería a la primera cuestión, que la coexistencia entre continente y contenido obedece a tal amplitud y complejidad de situaciones, que es irrelevante una respuesta. Es decir, habría tantas respuestas como situaciones. La propia movilidad cultural del contenido es un parámetro transformador de la cualidad del continente. Y las circunstancias espacio formales de continente nunca serán ajenas al escenario que resulte, sea cual sea el gradiente de neutralidad o activación con que se pronuncie la arquitectura. El propio concepto de “adaptación” con que se formula la pregunta tiene, de hecho, innumerables versiones y acepciones… o ¿es que un continente en conflicto funcional y ambiental con un contenido no es un estado dialéctico intenso y culturalmente muy fructífero, aunque no necesariamente placentero?

2. ¿Le parece que algún museo de los inaugurados en los últimos 5 o 10 años roba protagonismo o se “excede en sus funciones” al ser tan espectacular que es más famoso que la propia colección? ¿Cree que es bueno?

Respecto de la segunda pregunta, un sensato teórico-crítico plantearía precisamente si la cualidad de un ritual museístico convencional no excede las condiciones del contexto social, económico y político de la contemporaneidad, y si el propio paradigma del museo se margina por si mismo del curso de la cultura de nuestros tiempos y de sus procesos de producción. Los conceptos de “fama” que maneja la pregunta implican circunstancias de la sociedad de la información que, por su inmaterialidad temporal y dimensional serían adjetivos en este debate. Responden más a un valor de cambio que a un valor de uso, y deberían ser evaluados, sobre todo, por un marchante o director de feria de arte.

3. ¿Cuál es su museo (de cualquier tipo) preferido en cuanto a conciliación de estética y funcionalidad?

¿Cuál es mi museo preferido en cuanto a la conciliación de estética y funcionalidad? Debería responder que todos (en cuanto produzcan esa dialéctica entre continente y contenido); los conceptos de estética y funcionalidad son conceptos lábiles por cuanto los propios parámetros de ambos fluyen incesantemente; los estéticos porque el campo perceptivo de los mismos se dilata, afortunadamente, continuamente; y los funcionales porque la función como concepto (actividad, uso, rentabilidad, accesibildad, confort, etc) es inconmensurable. Todo ello no significa un estado caótico de la realidad, sino un paisaje incierto y difuso de nuestra contemporaneidad a la que conviene referirse desde la escala micro y las condiciones de contexto locales.

Diría, por ejemplo, del Museo Gugenheim de Bilbao, que es un personaje que ha resuelto un entorno urbano residual de modo magistral, tanto en la escala de lo próximo como en el tejido amplio en que se aloja. Diría también que el resultado supera los valores de significación social, política, etc de un museo urbano para construir un referente histórico y ambiental de la ciudad y, finalmente que la rentabilidad económica directa y colateral ha sido excelente. ¿Es este un buen museo o un proyecto deseable y necesario?

Estas reflexiones desde una posición teórico–críticas tendrían un pronunciamiento bien diferente desde el debate proyectual, desde la acción, las decisiones y la producción de la arquitectura, pero desde esa posición no tengo otra respuesta que mis trabajos (construidos o no), y desde ellos, sólo puedo constatar que cada trabajo es tan diferente de otros que no sólo responden a conceptos diferentes de espacio-forma del continente y de su relación con el contenido, sino que parecen (quizás lo han sido) proyectados por arquitectos diferentes.

Bruno Latour dice “la verdad es lo que circula”

Andrés Perea