Texto publicado en la revista arquitectos (TEXTOS varios)

La sociedad actual no responde a modelos, la sociedad NO ES; la sociedad, se manifiesta.

No se trata de encontrar una definición (o definiciones) de la sociedad. Asunto del que han dimitido la sociología y la antropología avanzadas, que se ocupan en estos tiempos de la escala “micro”. Sociología de la investigación, sociología de las innovaciones, sociología de las relaciones entre máquinas y humanos (Parlamento de humanos y no humanos en la terminología de Bruno Latour).

No siendo posible definir lo social de un modo coherente e inteligible, es decir: Un modelo social es vano esfuerzo pretender inducir un modelo de comportamiento profesional o adecuar correspondientemente el ejercicio del Urbanismo y la Arquitectura.

Los pactos sociedad arquitectos están rotos. El arquitecto burgués ya no trabaja para la burguesía.  Se mantienen modelos de relación romántica inoperante ya entre arquitectos que son fantasmas y la sociedad que es fantasma.

Aquella arcadia feliz decimonónica occidental de la sociedad burguesa productora de la Arquitectura y Urbanismo disciplinar. Burguesía que fue protagonista de las políticas nacionales y supranacionales hasta los movimientos revolucionarios proletarios y fascistas del Siglo XX, modeló un prototipo de Arquitecto heredado de la cultura romántica (el creador en el centro del problema) y sustentado por el paradigma positivista con el que mantuvo un maridaje  idílico aunque elitista en términos macrosociales.

Este modelo, arropado de privilegios en algunos países como el nuestro, ha perdurado, y perdura, contracorriente en nuestros días. La defensa del modelo y de prerrogativas se hace numantina hacia fuera, pero también hacia dentro, de la profesión. El propio territorio del ejercicio disciplinar está dramáticamente acorazado por un discurso que ni cultural, ni social ni productivamente se sostiene, y se hace a precio de renuncias a progresar en la investigación de nuevas formas de ejercicio profesional. Aquellas, por ejemplo, que derivan por el exterior (por encima o debajo) de lo que es Arquitectura y, lo que es mucho más grave, con la renuncia al progreso en pedagogías de formación de variopintos modos de intervención en el entorno humano, o el ingreso de metodologías de producción inevitables (yo diría que deseables) de interacción disciplinar que, digámoslo ya, ponen en crisis el propio concepto de propiedad intelectual.

El arquitecto hace tiempo que fue desplazado del centro de las decisiones y, en el mejor de los casos, actúa de ayuda de cámara de políticos y agentes económicos-sociales. Las propias decisiones políticas están socialmente en entredicho, y habitualmente se producen detrás del devenir de la sociedad y nunca delante de ella, ni siquiera a tiempo.

Resulta patética la imagen de la connivencia entre las decisiones políticas y el proyecto urbanístico y arquitectónico. En un rigodón, acompañado por el desarrollo de los sistemas de exhibición digital, en el que danzan políticos empeñados en inaugurar calles, edificios, pero cada vez más, puerilmente, haciendo uso de esos medios de representación onírica de una realidad banal, inauguran maquetas, 3D o simplemente carteles de propósitos constructivos sobre solares. Allí al lado, imputados, cómplices o rehenes, siempre hay arquitectos o urbanistas.

El trabajo del arquitecto ha sido desplazado (en términos relevantes) a la periferia de lo convencional, porque la sociedad ha desbordado el marco de lo históricamente convencional.

Aquel arquitecto burgués divaga perdido a la búsqueda de una poderosa burguesía que se ha perdido. Aquel arquitecto burgués intentó reconvertirse a la lucha de clases en una esquizofrénica (por eso fracasó) contradicción interna. En su huída hacia adelante ha ocupado el papel de ilusionista en la tribuna del poder político, que ahora es de políticos desclasados, y difícilmente encuentra utilidad, utilidad social real a su trabajo.

¿Será que el trabajo de gran chambelán para unos fuegos artificiales no sirve socialmente para nada?. De las pocas plazas disponibles en la escena política para buenos y vasallos chambelanes  ¿No hacen de este escenario, en términos sociales o históricos, un presente patético?.

Pero la humanidad transforma y transforma imparablemente su entorno a través de más o menos inmediatos quehaceres urbanos y arquitectónicos, sea en las manos que sea.

La Arquitectura y el Urbanismo ya no son los edificios que construimos y las ciudades que proyectamos, sino el hábitat que las sociedades producen, y el medio físico que negocian permanentemente con el entorno natural, económico, cultural, etc.

Esa inexorable realidad está expectante y abierta a los profesionales competentes para incorporarse promiscuamente a su incierto e imprevisible proyecto de lo periférico y, si los arquitectos no lo hacemos, a costa de lo disciplinar, lo estilístico e incluso del propio roll autor-proyecto-obra, otros lo harán.

Lo están haciendo ya.

Andrés Perea