Asistimos a una nostalgia banal por la ciudad premoderna, a la nostalgia de sus escenarios, a los ecos de homenaje que resonaban en calles y plazas. Finalmente, nostalgia por un supuesto paraíso perdido, cuyos armarios no sólo deben conservarse sino clonarse para construir del modo más pueril y reaccionario nuestro espacio urbano. Términos como plazas, calles, bulevar, etc. tienen como objetivo avalar proyectos urbanísticos bidimensionales. Caminos que emulan las grandes operaciones barrocas o ilustradas, dan espacio a todo tipo de operaciones de mercado en las que la actividad se maneja por su valor de cambio más que por su valor de uso. La oferta espacial para la precariedad de la actividad humana validará cualquier programa de desarrollo sin, ni siquiera, sujetarlo a ser competitivo en la economía de mercado.
Este desolado escenario se llena de chucherías emblemáticas firmadas por prestigiosos arquitectos, rehenes complacientes con síndrome de Estocolmo hacia los políticos. Todo según un ceremonial decadente de sostenibilidad urbana, que juega como paisaje para lo efímero y lo virtual.
Pero una vez cubiertas las necesidades para sobrevivir, bajo cualquier techo, sea cual sea el lugar, nuestra sociedad construye subversiones imparables en los entresijos, que son formas innovadoras de vivir la ciudad. Estas formas de vivir, al borde de lo prohibido, tejen flujos en recintos estáticos, ubican lugares en vías saturadas y giran la escala del espacio plano del urbanismo a 1/10.000 y 1/2000 para contagiarlo de complejas derivas tridimensionales, como gusanos. habitando el cadáver de toda la expansión, tantas cuadras, tantos edificios adyacentes, tantos bulevares sin sentido.
Lo urbano ya es otra cosa; vital, expansivo, emergente, hiperactivo, un constructor compulsivo de iconos y referentes difusos, donde la energía y la información son materiales esenciales. La periferia ya no es un espacio suburbano; adquirió el papel urbano que cuantitativamente merece. Sin embargo, nada nuevo ofrece la gestión o planificación urbana en relación a las técnicas de desarrollo periférico, simplemente se reproducen modelos obsoletos fuera de escala, pero en términos cuantitativos de tal entidad, que como metástasis incurable, agotan el territorio asfixiando a la ciudad y al propia calidad de vida urbana.
Se trata al menos, pero con urgencia, de deshacerse de las adherencias estilísticas para desarrollar nuevos modos de mirar hacia y desde la realidad, lo cual es social y antropológicamente apasionante. Es el momento de frenar las metodologías clásicas, superando las operaciones a gran escala desde los despachos políticos y profesionales para desencadenar la microacción de políticos y profesionales en el terreno, en el que el valor de uso de los objetos y espacios es prioritario sobre el valor de mercado. y la durabilidad de las acciones es una de las variables a gestionar.
Se trata de la construcción permanente e inacabada de la ciudad (no de la ciudad en construcción) y asumir que lo urbano es precisamente esa construcción interactiva e impredecible donde los éxitos y fracasos son sólo una parte residual del proceso. Lo urbano como ritual sin inauguraciones, historia abierta a escribir con nuevos relatos que requieren nuevas gramáticas y nuevos lenguajes.
Los ciudadanos no serían destinatarios de la acción política, sino actores clave de ella. La ciudad inesperada, impredecible, irrepresentable. Esa ciudad todavía es posible.
Debemos convocar situaciones a debatir desde otras perspectivas donde se encuentren agentes políticos, sociales, profesionales, ciudadanos, etc. Ejemplificando métodos y experiencias contrastantes, partiendo (¿por qué no?) de micropresencias referidas a fenómenos, de materiales inducidos desde la vida cotidiana y de objetivos en ecología humana y ambiental, para trasladar radicalmente los referentes de lo disciplinar a lo cotidiano.
Estas ya abundantes experiencias deben ser tomadas en consideración con la merecida seriedad en la medida en que construyeron la nueva cultura del entorno humano y posibilitaron el repertorio de propuestas futuras de los creadores contemporáneos, delineando los nuevos roles que requiere la sociedad actual.